Tiempo de Guerra

martes, 21 de julio de 2009

 

Tiempos de guerra, en los que la única doctrina que entona mi alma es el llamado hacia la sangre, precioso líquido que quedó en la batalla, la que me fue robada, y será vengada, gota tras gota, es el tiempo que necesita el cuerpo para aclimatar las heridas, para hacer de su carne una armadura eterna, incapaz de romperse con absolutamente nada.
Y mi convicción inquebrantable clama la devolución de los golpes, el devengar de las cortaduras, mientras mi eterna promesa de derramar punzada a punzada las traiciones del enemigo. Pagará con dolor, pagará con sangre, pagará con su vida, y así se hará, como se escribió esa noche en el viento, como aceptó con sus burlas la maldición del asesino.
Hoy en tiempo de guerra, espero a su delator, con la tranquilidad del verdugo y la pasividad del fratricida, así aguardan mi espada y mi alma, únicamente el momento de llegar a blandir su brillo entre el bosque y la rabia, en espera de ese precioso cuello que será cercenado, junto con sus brazos y su débil armadura.

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