Un día simplemente intenté no escribirle a su recuerdo, y me encontré encerrado en sus idas y venidas, la encontré herida, lastimada, con su rostro cansado, fatigada por la angustia y con una desesperación ininteligible, ese día decidí que debía escribirle, sin importar mi promesa matinal, cerré los ojos y dejé mis manos lanzaran garabatos, luego resultó lo siguiente:
...vengo recogiendo los pasos agonizantes de la tarde,
adormecido por impulsos magnéticos de tu calendario,
entre el Ródano y el Rin, con una luz sobre tu fuente
mientras las sombras de tu carácter marchitan mis suspiros,
como caravana fúnebre en el anestesiado amanecer de abril.
Vengo desparramando mis recuerdos embriagados de la nada,
tus armas, mis arrebatos y aquellos infantiles dramas
en el teatro de las paradojas inconvexas, con tu destartalada
sonrisa verde, y esos fragantes ojos cafés.
Así vengo a éste lugar, todos huyen, pero nadie se va
llegamos destejando gemidos tétricos, desbaratando angustias,
con la consumativa lágrima, gélida, torpe, pero efectiva al fin,
y mis pupilas silenciadas por una transitiva aflicción, así vengo...
...recogiendo los pasos que desparramaron mis recuerdo,
esperando el memorial feliz, sin ti, sin tu nostalgia...
que desaparece en el crepúsculo
de mi uniforme marcha a tu regazo.
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