He aprendido con el tiempo, que el tiempo no se gasta sino que son los actos los que lo pervierten, que con sus desdeñosos resultados acarrean en su estructura molecular una línea recta de imperfecciones muy correctas, aprendí también que no existe una línea recta y que el resultado de dibujar el horizonte siempre será un horizonte, porque nunca sabes qué hay más allá, porque más allá está el más allá. Aprendí que todos y nadie son exactamente el mismo término, nadie puede decirse dueño de algo que es de todos.
Aprendí con los días que las horas duran más de sesenta minutos y que los minutos duran menos de sesenta segundos, que en realidad el tiempo no existe para nadie pero que nos gobierna a todos sin excepción de raza, género, clase o situación sentimental, he aprendido con los errores que son lo único perfecto, y que el error de uno es el aprendizaje de otro, pero que lastimosamente no se aplica para ninguno de quienes lo encuadernen en sus hojas.
Hemos aprendido a gastarnos con la lluvia y hemos aprendido que el aplauso es la mano que más nos acerca a la hipocresía, aprendimos además que escuchamos más a un completo desconocido que al que nos conoce en realidad, que obedecemos lo que nos conviene y que rompemos las reglas únicamente si desconocemos cuál será nuestro castigo, hemos aprendido que debemos dejar el corazón en el lugar donde lo aceptan y no donde queremos, aprendimos que no debemos retroceder sino dar la vuelta y seguir adelante.
Aprendí con el paso de Cronos en mi vida, que con el caminar por la senda suburbana nos alejamos de lo mucho y nos acercamos a lo poco, y que lo poco es suficiente; aprendí que no hay cansancio si hay sacrificio, pero que no hay destino porque la providencia camina de la mano de un tiempo inexistente, aprendí que no nos duele el dolor sino que a nadie le importa que nos duela, aprendí también que usar las ideas de un solo individuo nos convierte en ladrones pero usar las ideas de varios individuos nos transforma en científicos, aprendí que a la gente ya no le gusta lo que hacía, y que cada vez tiene menos horas disponibles y hace mucho menos de lo que hacía, que es más fácil distraerse que concentrarse.
Aprendí de todos y de nadie, de estar acompañado y de venir solo, aprendí que mientras más hablamos menos nos entienden, y mientras más nos esforzamos por disculparnos más nos alejamos de hacerlo, y también aprendí que es fácil discutir las ideas con un tonto y que con él llegaremos a un punto en el que no nos diferenciemos ni nosotros, y finalmente aprendí que todos, absolutamente todos guardamos un secreto, algunos bien y otros mal, pero detrás de él está una verdad que incluso nosotros desconocemos.
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