Ahora que los recuerdos se han adormecido por las catedrales de los designios universales, ahora que la sangre fluye por las góndolas, que el mar cesó su marcha y que la esperanza se está exiliando en el olvido, ahora es necesario que demuestres de qué estás hecho, de qué material está forjada tu alma, el color de la desgracia y una elegía universal a los dioses de la muerte.
Porque cuando te veo tiembla conmigo el espanto, y se recoge la amargura
se calcina con inclemencia la desesperación y el universo se hace pequeño
cualquier espacio se reduce al tamaño de tus brazos, porque lo puedes tomar todo
porque puedes arrancar como amapolas a los árboles del bosque
y mis lamentos te aclaman, están buscando tu naturaleza, tu esencia, tu aroma
cada uno de tus pasos, persiguiendo con vehemencia los rincones de tu piel
los acertijos de tu inocencia, de tus risas, de tu romance
como busca el noctámbulo que desaparezca el día,
como persigue el solitario los acordes de sus melodías tristes,
te vengo persiguiendo en mis días, en mis noches y en mis madrugadas
porque no te dejo de buscar ni mientras duermo,
porque necesito el calor de tu tranquilidad, el delicado transitar de tus dominios,
cada segundo aniquilado lejos de su alma, convirtiendo mis latidos en tormentos sonoros,
en aullidos inocentes, en caminos rebeldes que conducen únicamente a tu figura
y de tanto recordarte te llevo tatuada en mi memoria, plasmando tu presencia en mi mente,
estoy buscándote en todas partes, esperándote en donde no estás
imaginando que aparecerás por cualquier puerta, y volveremos a reír como siempre
que nuestros ojos se encuentran y nuestra almas se entrelazan
porque cuando te veo decapito al abandono, y mutilando con mil cimitarras a la ausencia,
me encuentro en la cuna de tus cálidos brazos,
en la dulce canción de tus amaneceres colgando en mi ventana
porque cuando nos vemos, con el alma nos besamos.
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