Un poema dedicado a las largas madrugadas, al desvelo y a ese tenue, armonioso e impecable recuerdo de tu voz, en los lúgubres vagones de mi mente.
Siento agrietarse la aurora,
con un aire de meditación
a pasos, a impulsos, como manantiales en el alma,
como se trituran los versos
allí donde se consumen las horas
entre el viento tempranero y
los delicados céfiros, aquellos que embalsaman tu espíritu,
mientras el aliento se consume suave, delicado
lleno de espanto y abstracción
tus pasos impensados, tu afable transitar
melodioso, retumba en mi mente, se acerca
huye, y me busca... te espero, pero se va
se consume con las huellas que separan nuestros pasos
el miedo se apodera de ti, y ahora me consume,
como se alimenta el fuego del bosque seco,
como acaba en el día las horas...
...y yo... sólo siento el sucumbir de las auroras
con un aire de meditación
a pasos, a impulsos, como manantiales en el alma,
como se trituran los versos
allí donde se consumen las horas
entre el viento tempranero y
los delicados céfiros, aquellos que embalsaman tu espíritu,
mientras el aliento se consume suave, delicado
lleno de espanto y abstracción
tus pasos impensados, tu afable transitar
melodioso, retumba en mi mente, se acerca
huye, y me busca... te espero, pero se va
se consume con las huellas que separan nuestros pasos
el miedo se apodera de ti, y ahora me consume,
como se alimenta el fuego del bosque seco,
como acaba en el día las horas...
...y yo... sólo siento el sucumbir de las auroras
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