Tengo escrito sobre un pergamino de inflexiones un acorde absurdo, lleno con el silencio de mis pasos, ¿a dónde voy?, a donde el muérdago me transporte, porque con mis frases estoy partiendo el infinito, porque con mis suspiros estoy exterminando el aire.
También estoy llevando sobre mi espalda el sacrificio de tu ausencia, camina con mi afonía el aroma de tu espanto, el delicado tormento bullicioso de tus mudas palabras, las cosas que no haces, las frases que tengo que imaginar, porque te llegaba el deseo de galopar sobre el ambiente de mi verso, porque de tu ausencia estoy aprendiendo a inmolar a la pasión, al desenfreno y esas ganas de tenerte entre mis brazos.
Tengo memorizado el eslabón de tu imperfección, ese lugar atónito que el sol y yo conocemos, que esconde la mayor parte de tu cuerpo y que eres capaz de disfrazar con hermosura, para los ojos no entrenados, para los labios inexpertos, para todos los que han acompañado tus pasos por los días, y mi memoria reclama el trofeo a mi experiencia, porque de ti conozco el amanecer de tus pupilas, aunque jamás hayamos encontrado la desnudez de la verdad.
Tengo escrita una historia sobre nosotros, está en blanco, se presenta estéril, está llena de un unidireccional sentimiento de respeto, marcada por poemas jamás escritos y por besos nunca dados, está llena de retorcidos placeres frígidos y de un helado calor que nos entumece. Nuestra insensible torpeza aletargada de cohesiones mentales que se quejan—modestas—de resentidos sentimientos inconclusos.
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